lunes, 19 de octubre de 2015

La presencia vikinga


  Muchas veces se dijo que los españoles no fueron los primeros en llegar al continente americano. Y así fue. Como ha ocurrido en muchas ocasiones con los grandes descubrimientos geográficos, este se produjo por una combinación de suerte y destino. Bjarni Herjolffsson era un joven comerciante vikingo de origen islandés que había pasado el invierno de la campaña de los años 985-986 en Noruega. Con la llegada del verano zarpó hacia Islandia con su barco a plena carga, dispuesto a encontrarse con su padre. Cuando arribó, se enteró de que su progenitor había vendido sus propiedades en Islandia antes de poner rumbo a Groelandia. Decidió seguirlo, emprendió un viaje en su búsqueda después de que la tripulación de su barco se mostrase dispuesta a acompañarlo en aquella aventura hacia tierras árticas.


  Tras varios días de navegación, se vieron rodeados por una densa niebla que les hizo
perder el rumbo. Cuando el cielo de se despejó, divisaron en el horizonte el perfil suavemente montañoso y cubierto de bosques de una tierra desconocida. Bjarni y sus hombre no sabían donde estaban, pero todos tenían claro que aquella costa no pertenecía al paisaje helado de Groelandia. Durante varios días navegaron paralelos a tierra firme sin llegar a desembarcar. Impulsado por fuertes vientos, su barco alcanzó una región agreste dominada por grandes glaciares. Desde allí, Bjarni dio la orden de poner proa hacia el este y en apenas cuatro días de rápida navegación llegaron a Groelandia, donde por fin se sintieron a salvo.


Dato curioso: A pesar de la imagen habitualmente difundida, los vikingos jamás llevaron cuernos en el casco. Las películas pintan a los originarios habitantes de Escandinavia como feroces guerreros con barba pelirroja, torso desnudo y yelmo cornudo, pero la realidad fue diferente. Es verdad que la sociedad vikinga era violenta: en casi todas las tumbas de varones se han encontrado armas. Pero los yelmos y armaduras que llevan los vikingos de los grabados modernos no aparecen en los hallazgos arqueológicos. Concretamente los cascos con cuernos no se han encontrado jamás entre esos objetos. Son más bien un invento del romanticismo del siglo XIX, que exageró e idealizó la fiereza de aquellos guerreros.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario