El pasado ocho de junio mi hermana y mi cuñado me invitaron a Acapulco por mi cumpleaños. Salimos temprano para no encontrar tráfico. También para que mis sobrinos se fueran dormidos la mayoría del camino y no se aburrieran. Afortunadamente, se despertaron en Chilpancingo. Justo a tiempo para desayunar.
Cuando llegamos a al hotel, mi sobrino Emmanuel y yo nos apuramos a cambiarnos para irnos a la alberca y a la playa. Parecía niña chiquita. Cuando bajamos, nos dijeron que no podíamos estar en la playa porque había " mar de fondo"; nos tuvimos que quedar solo en la alberca. Pero aún así nos divertimos. Mi sobrino Fernando, el más pequeño, estaba fascinado. Era su primera vez en una alberca. Después de nadar y jugar un rato, subimos a bañarnos y a cambiarnos para ir a cenar. Casi no había gente en la calle. Cenamos tacos. Mis sobrinos no llegaron ni al segundo taco.
Al siguiente día, nos levantamos muy temprano para ir de paseo a una playita cerca de ahí. No recuerdo el nombre. Al llegar a la playa, mi cuñado y yo fuimos a bucear, ya que Emmanuel siempre no quiso ir. Mientras les dábamos de comer a los peces, mi hermana se puso a jugar con mis sobrinos. ¡El bebé hasta comió arena! A los dos les encanto el mar. Ya no los podíamos ni sacar. Al terminar el paseo, nos fuimos a cambiar para ir a cenar y celebrar mi cumpleaños. Mi hermana quería ir a un restaurante que se llama Señor Frogs. Recorrimos la avenida tres veces y no dábamos con el hasta que a mí cuñado se le ocurrió meterse en una callesita; llegamos. La comida estuvo muy rica. Mis sobrinos nuevamente, apenas y comieron. Calleron rendidos. De regreso ya no nos perdimos, pero el carro estaba tirando aceite.
El miércoles ya nos teníamos que regresar; mi hermana tenía que llegar a trabajar. De regreso pasamos al mercadito a comprar recuerdos y a un oxxo por papas, refrescos y agua para el camino. Y de repente empezó lo difícil: el carro se estaba calentando. Por más agua que le echaban, la tiraba toda. Estuvimos como una hora en una gasolinera tratando de ver como se podía solucionar. Dejó de tirar agua y nos fuimos. A casi mitad de carretera se volvió a parar. Lo malo fue que estábamos en medio de la nada, no teníamos señal y nadie se quería detener a ayudarnos. Mi hermana ya estaba super estresada porque sentía que no llegaba a su trabajo. Agarró a Fernando y empezó a pedir "aventón". Un auto se detuvo. Venía un hombre y una mujer. Mi hermana fue por su mochila y se fue con ellos y el bebé. Dejándonos a mi cuñado, a mi otro sobrino y a mi ahí a nuestra suerte.
A la hora pasó un federal, diciendo que iba a pasar el reporte de donde estábamos; no lo hizo. Pasó un trabajador de ángeles verdes diciendo lo mismo; tampoco lo hizo. Nos vio un grua particular y nos dijo que nos cobraba al rededor de trece mil y quince mil por llevarnos al Distrito Federal. Le dimos las gracias. Afortunadamente, una grua de las carreteras iba hacia Chilpancingo, fue, regresó por nosotros y nos llevó a un taller de allá (Chilpancingo). No nos podía acercar a la próxima carretera por la distancia en la que nos habíamos quedado. Al llegar al taller le dijeron lo que tenía el carro; se tenía que quedar. Agarramos nuestras maletas y nos fuimos para la central. Ya eran las siete de la noche.
Llegamos a la central compramos los boletos y nos fuimos a cenar cerca de ahí. La zona estaba algo fea. Me estaba poniendo nerviosa así que mi cuñado decidió que era mejor estar dentro de la central. Esperamos cuatro horas hasta que saliera el camión de regreso a casa. Nos la pasamos comiendo y platicando. Mi sobrino hasta se puso a jugar; no se aburrió.
De regreso vimos el principio de una película y nos dieron té. También había dos accidentes de carretera. Mi sobrino se quedó dormido a la media hora del camino. Llegamos a las cuatro de la mañana.
Afortunadamente, mi hermana y mi sobrino también llegaron bien. Fueron unas mini vacaciones y muy diferentes a las pasadas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario